Benito Quinquela Martin, uno de los artistas más famosos de Argentina, era un huérfano nacido en La Boca, un barrio que amaba y nunca abandonó.

En ese momento, La Boca era una colección de casas de hojalata y restos sombríos de lo que alguna vez fue un puerto pujante. Cuando Benito no estaba descargando pesados sacos de carbón de los barcos cercanos, usó trozos de ese material negro para dibujar sobre cualquier pedazo de chatarra que pudiera encontrar por ahí. Esta práctica continuaría en su trabajo incluso después de tener éxito internacional: dibujó con carbón y aplicó pintura al lienzo con una espátula que fabricó adaptando las usadas por los albañiles.

 

La imaginación de Quinquela vio a través de los tonos de gris apagados de la estructura de lata de La Boca. Caminó por el vecindario e imaginó un puerto vibrante lleno de barcos coloridos, donde los hombres siempre podían encontrar trabajo. Luego, después de soñar despierto todo el tiempo que fuera necesario, pintó sus sueños con una prisa tan intensa que todavía se puede sentir a través de su trabajo.

 

Benito era a veces un trabajador del carbón, y otros vagabundo; un artista exitoso y un filántropo: según él,  era solo un pintor de barcos.